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ISABEL

He cogido unos días de vacaciones, necesitaba desconectar del trabajo y todo lo acontecido. Nunca había pensado hacer un crucero, y aquí estoy, tumbada en una hamaca, bañada por la suave y cálida brisa del mediterráneo. Ariela y Alina me acompañan, a mi hija le parecía rara mi decisión de irme sola. Hasta para mí resulta extraño, sin embargo me apetecía hacer algo porque sí, sin necesidad de compañía, aunque me alegro de que estén conmigo. Me miro los pies, llevo las uñas pintadas a juego con el vaporoso vestido de tirantes que me cubre parte del cuerpo. Me gusto. ¡Vaya! ¡Es la primera vez que pienso en ello, en que me gusto! Ahora me arreglo para mí, pensando en mí y no en ningún hombre. Algunos me miran al pasar por delante de la hamaca, yo retiro la mirada, ajusto la pamela y fijo los ojos en la inmensidad marina. Tardaré años en superar la mala experiencia vivida con Alberto, quizás toda la vida.
Gracias a la tenacidad de Olga y su inestimable ayuda, conseguí que la policía actuase con rapidez, levantase las sospechas que pesaban sobre mí y cayeran sobre la fingida esposa. Con los datos que mi amiga proporcionó al inspector, investigaron y comprobaron que la misteriosa mujer era una exnovia de Alberto que seguía obsesionada con él. Lo seguía, fotografiaba a cada una de sus conquistas y buscaba el lugar y el momento para hablar con ellas, como fue mi caso, y explicar la falsa historia del matrimonio “feliz”. En cuanto a su adicción al sexo, no mentía. La policía habló con diferentes mujeres de las que constaban en la peculiar agenda romántica de Alberto, y todas ellas dieron la misma versión que yo respecto a la supuesta esposa. Pobre chica, la merma total de autoestima le había provocado un desequilibrio psicológico.
Sé que Olga me quiere mucho, igual que yo a ella. También sé que piensa que soy una ilusa, supongo que tiene razón, o al menos lo era hasta hace muy poco. Cuando hay circunstancias que te abofetean, la ilusa deja de serlo, se espabila de golpe. Y, entonces, suceden cosas, cosas que no le puedes contar ni a tu mejor amiga…
Aquel día que iba tan feliz al encuentro de Alberto y fui abordada por la fingida esposa, me resultaron inverosímiles sus palabras. Es cierto, como le conté a Olga, que pensé en irme a casa y encerrarme, pero di media vuelta y fui hasta el hotel donde estaba citada con él. Llamé a la puerta como de costumbre; dos golpes seguidos, parada, otros dos golpes. Abrió. Esperaba tal y como la falsa esposa me había dicho: desnudo. Se mostró molesto por mi tardanza, le dije que tenía una explicación, me respondió que no le interesaba. Se acercó y empezó a desabrocharme la blusa. Me retiré con un gesto brusco diciéndole que me había retrasado a causa de su mujer y lo que esta me había explicado. Me miró y no lo negó, tampoco dijo que fuese soltero… “Me gusta el sexo, ¿eso es malo? Nos divertimos juntos Isabel, ni hemos hablado de compromisos ni nunca te he pedido fidelidad”. Fueron sus escuetas palabras, dichas con una naturalidad turbadora. Me dijo que me fuese desnudando mientras él iba un momento al baño. Contrariamente a lo que le dije a Olga, no aproveché su ausencia para salir de la habitación, lo seguí hasta el lavabo, le dije que me daba asco, me miró y se rio, alcé la pierna y le asesté una patada en los testículos, al doblarse por el dolor se golpeó la frente contra el mármol del lavamanos. No lo vi perder el conocimiento, ni caer, ni nada más porque salí rauda de la habitación. Sólo recuerdo que, mientras conducía camino a casa, pensaba en lo bien que me había ido acudir aquellos quince días a las clases de kickboxing impartidas por María. Cuando llegué a mi hogar me quité y guardé los zapatos de tacón que me ponía para gustarle a él, y para él me sirvieron.

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OLGA

Desde la última y enigmática llamada de Dani, no había tenido más noticias suyas hasta hoy. Ha llegado del viaje por la mañana, me ha propuesto vernos esta noche en su piso. Algo le sucede, tengo curiosidad por saber qué es. Yo también tengo algo importante que decirle.
Doy las buenas noches a los gemelos, están viendo la tele. Les permito media hora más y a la cama, Claudia se ocupará de ejecutar mis órdenes.
No me apetece conducir, ni quiero que el chófer me lleve. He llamado a un taxi.
Alzo la vista desde abajo y veo luz en el salón. Abro con las llaves que él me dio. Sale por el pasillo a mi encuentro; nos abrazamos. Su aspecto rezuma cansancio, la apariencia desaliñada. Creo que no se ha afeitado desde que se fue.
— ¿Tienes hambre? He preparado unos canapés – avanzamos de la mano hacia el salón.
— Sí, bastante.
Dani es poco hábil entre fogones, sin embargo tiene buena traza para las comidas frías.
— ¿Cómo están Marta y Alex? ¿Saben que he vuelto?
— Bien, revolucionados, sobre todo Marta, ya sabes cómo es… Aún no les he dicho que has regresado. Si lo llegan a saber se habrían obcecado en venir conmigo.

Dani me mira, callado, su rostro dibuja una expresión etérea.
— ¿Qué tenías que decirme? Estoy intrigada – dejo escapar una ligera sonrisa.
Sigue observándome, en silencio, deja el canapé en el plato y se levanta de la silla. Coge un sobre que tiene sobre un mueble dónde habitan montones de libros.
— Ábrelo – me lo da.
Lo abro, extraigo una foto de su interior. ¡Es Alex! No, es imposible, la vestimenta, el lugar…el papel de la foto; es de otra época.
— Soy yo, el día que cumplí trece años. ¿Tienes algo que decirme, Olga?
Impostergable ni un segundo más, ahora sí ha llegado el momento…
— Olga, por favor – se impacienta. – Dime si mis sospechas son ciertas. ¿Soy padre?
— Sí, Dani, lo eres, y pronto lo volverás a ser.

Espero que hayas disfrutado con ¡S.O.S! Me he enamorado, como yo lo hice escribiéndola.

En mis redes sociales anunciaré dentro de muy poco el lanzamiento de mi nueva novela «La revelación»

Trinidad Fuentes

¡No te despistes!

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