Melisa (Melissa officinalis)
La investigadora privada Minerva Nàcher era una apasionada de las infusiones. Desde la niñez, arrastrada por su innata curiosidad, rebuscaba libros de todo tipo en los estantes de la biblioteca del que era su hogar. Un día encontró un manuscrito que databa del 1893, varias hojas atadas con cuerda de cáñamo que guardaban una valiosa información sobre las plantas aromáticas y medicinales. Se enamoró de aquellos textos que memorizó y guardó. Hoy, mientras lee los informes preliminares de un nuevo caso, saborea una infusión de melisa para concentrarse.
Melisa (Melissa officinalis)
Conocida desde antaño como planta de «La eterna juventud» al considerar que fomenta la longevidad.
En la Edad Media se convirtió en uno de los ingredientes imprescindibles de los «elixires de belleza».
Cuenta la tradición que, con la melisa, Paracelso (médico, alquimista y astrólogo suizo del siglo XVI) ideó una fórmula mágica con la que conseguía devolver el vigor juvenil a los cuerpos cansados. Se decía que tenía el poder de alegrar el espíritu, fortalecer la memoria y ahuyentar la tristeza. En la actualidad seguimos disfrutando de las fabulosas propiedades de esta planta.
Es una planta de gran poder antioxidante (por sus altos niveles de ácido rosmarínico). Su infusión ayuda a concentrarse y relajarse sin caer en la somnolencia, es un excelente tónico nervioso y digestivo. Ayuda en todos los procesos hormonales de la mujer, regula la menstruación y calma los síntomas de la menopausia. Reduce la ansiedad, la irritabilidad nerviosa y los ataques de pánico.
Con la planta de la melisa, en el siglo XVII, los monjes Carmelitas Descalzos elaboraron el licor conocido como «agua del Carmen», para curar los problemas nerviosos, la histeria, los males del alma, la violencia o el mal humor. Tener una botella de «agua del Carmen», llegó a ser muy frecuente en los hogares del siglo pasado.